Cuatro mil y algo más han sido los kilómetros que en esta ocasión hemos podido disfrutar de aventuras. Recorridos completamente nuevos, tramos pendientes de realizar en expediciones anteriores y zonas recuperadas de la memoria han sido los objetivos de este periplo.
Arrancando de Valencia para dormir en Tetuán daba una idea de lo largas que iban a ser las jornadas. Toda la zona norte próxima a la costa es un sembrado de pistas que suben y bajan entre pinares, alcornoques y plantaciones de toda clase. Alturas de vértigo que ofrecen impresionantes vistas del estrecho y su mar Mediterráneo te acompañan en todo momento. Tras toda la mañana de conducción seguíamos estando a 80 kilómetros de Tetuán, hasta que finalmente nos adentramos en una estrecha pista de torrenteras y acantilado que nos hizo pasar un mal rato al desplomarse parte de la pista al paso del Toyota dejánlo colgando del precipicio. Después de un buen rato de trabajo en equipo con los cabrestantes pudimos devolverlo a la pista y así salir retrocediendo más de veinte kilómetros buscando una opcional. La jornada termino en un modesto albergue con vistas a las ruinas de Volubilis.
El día siguiente fue más tranquilo, el primer tramo que sería donde nos podíamos complicar la vida por las montañas de Meknès no lo realizamos por ayudar al propietario del albergue. Necesitaba que le llevásemos a la ciudad a por unos repuestos de su moto, cosa curiosa porque él fue con la moto la mitad del trayecto.
Llegamos a Imilchil para alojarnos en el Albergue de nuestro amigo Mustafá donde coincidimos con un grupo de moteros con quienes compartimos la cena. Destacar el frio que hacía en la zona, seis grados centígrados fuera del albergue y cuatro grados dentro, en resumen, valía la pena acampar fuera.
Tras la cena disfrutamos de una escena agradable, ver la cara de asombro mezcla de alegría y nerviosismo de los hijos de Mustafá cuando les regalamos un reproductor DVD, una televisión y una caja llena de películas de dibujos en francés.
La siguiente mañana, fría y rodeada de nieve comenzó complicada. Llegamos a un punto en el que no pudimos pasar por la cantidad de nieve helada e intentando retroceder nos fuimos ladera abajo. En ese momento nos dimos cuenta que el bloqueo trasero no funcionaba así que hicimos buen uso del cabrestante apoyándonos en el Toyota de Manolo. Cruzamos parte del Atlas en dirección Anergui para cumplir una asignatura pendiente de la expedición Ciudad de Orión. En aquella ocasión tres años atrás lo pasamos bastante mal con la crecida del río, temperaturas bajo cero y la lluvia que nos hizo invertir dos días para recorrer cuarenta kilómetros sin conseguir nuestro objetivo. Esta vez sí, habían reconstruido la pista unos metros más arriba de su curso original evitando que las crecidas arrastrasen el camino. Era una pista estrecha y con alguna torrentera pero se podía pasar sin dificultad. Con diferencia ese recorrido es uno de los más bonitos a mi parecer.
Seguimos descendiendo sin dificultad día a día hasta llegar al sur. En M-Hamid conseguimos acampar en las dunas de la zona Sur después de algún que otro encontronazo con los militares que nos impedían el acceso a esa parte. Arrancamos dos días de pistas y dunas por la parte más al Sur del país, tanto descendimos que pasamos por detrás de los puestos fronterizos adentrándonos en zonas de Argelia. Siguiendo una pista rumbo ya hacia el Norte fuimos interceptados por una patrulla de militares, que nos retuvieron hasta verificar pasaportes y recibir órdenes de qué hacer con nosotros. Armados hasta los dientes pero muy corteses nos invitaron a seguirles hasta un puesto fronterizo más al Norte donde nos dejaron marchar.
Por fin cumplíamos nuestro objetivo, cruzar las montañas y valles de Tafraoute. Durante una jornada completa atravesamos esa zona en la cual no había estado desde el año 2005. En algo más de diez años el avance le las infraestructuras le ha restado al todo terreno parte del atractivo. Sigue sin defraudar la inmensidad del entorno, pero en la actualidad no tiene sentido circular por dentro de una rambla de piedra y palmerales cuando se han creado pistas principales que comunican las aldeas de la zona. Lo que debíamos invertir dos días lo realizamos en uno.
A partir de ese momento sólo quedaba la ascensión hasta Tanger, así que Marrakech y Asilah fueron nuestras anfitrionas antes de subir al barco dirección a Algeciras. Este escueto resumen de diez días de experiencias por Marruecos no hace justicia a las vivencias experimentadas en el grupo. Si en realidad os apetece compartir de cerca esta aventura os invitamos a visionar las imágenes de lo que ha sido CAP 230. CAÑONES DE TAFRAOUTE.
Gracias a todos los que habéis aportado material e ilusión en este proyecto.