Crónica de una búsqueda.
Ciudad Perdida
Joder!!! Fue lo que sonó por nuestras bocas en ese momento, y lo sé, no porque lo recuerde, sino que nos lo han contado. Carlitos estaba hablando por la emisora y se nos escuchó tal exclamación.
Era al poco de levantar el campamento y ponernos en marcha cuando me di cuenta de lo duro que sería el día. Nuevamente, y estando presente el fresco de la mañana, se podía notar como las ruedas se hundían en la arena, lo que daba a entender que cuando calentase el sol se complicaría la cosa. Ya la noche anterior acampamos con las luces de los coches y Manolo tuvo que dejar el coche donde se quedó atascado, eso sí, junto al campamento.
Efectivamente, avanzar resultaba ser tarea de gran pericia hasta que llegó el momento del ¡JODER!. Saltamos la cresta de una duna para ir a caer en una poza que, nada más tocar las ruedas delanteras nos dimos cuenta de que aquello no era normal. Parecía que hubiésemos quedado atrapados en una poza de polvos de talco, fue espectacular como el fuerte bramido del motor se apagó al tocar aquella zona. Los acontecimientos siguientes transcurren en apenas unos minutos, pero os puedo asegurar que me parece que estuvimos allí horas hasta que sacamos el Toyota.
Quisimos avisar por la emisora a Manolo y Alfredo pero no hizo falta, la exclamación lanzada al viento por las ondas ya les previno de que algo pasaba. Soy consciente de que la rotura de la homocinética fue culpa mía. Ver como el coche avanzaba en esas circunstancias hizo que mantuviese la dirección girada con los bloqueos puestos y las ruedas totalmente desaparecidas en la arena, con el supremo esfuerzo que eso representa para la mecánica. Pues así fue, escuché un pequeño “clack” y paré, ya demasiado tarde, el mal ya estaba hecho.
Manolo, ataviado con un llamativo disfraz de héroe, tal y como salen en las películas (o así es como yo lo vi), llevó su flamante corcel (llamado KXR) a la cresta de la duna para estirar de mí.
Sacado el 80 de la trampa de arena, los momentos siguientes se podrían describir de angustia, impotencia y desesperación. Sacar el coche de las dunas en estas condiciones era imposible, y no lo digo por exagerar, fue imposible y mira que intentamos sacarlo a estirones, cosa que terminó con el paragolpes trasero del héroe roto y mi puerta abollada. Salió disparada la eslinga (de 14000Kg) y el grillete pegando en la puerta, unos centímetros más arriba me deja sin dientes.
No he comentado que aún no se había escuchado el crujir de la rotura. Ya teníamos localizada una homocinética nueva en Zagora, tan sólo a 90 Km, el problema es quien iría a por ella mientras Alfredo y yo desmontábamos lo roto.
En ocasiones las historias hay que adornarlas para darle un cierto atractivo al lector y aportar ciertos matices de heroísmo y aventura, aun cuando la realidad se aleja un poco de los hechos. Pues eso es lo que va a suceder a continuación;
Con gran gallardía y haciendo honores de caballeros, Manolo y Carlos se ofrecieron a cruzar aquel inmenso mar de dunas y afrontar el reto de localizar el repuesto necesario. La visión del vehículo subiendo las dunas con esa facilidad, la potencia, el ánimo de nuestros aventureros y esa soltura para navegar por el desierto hizo que a los que allí quedamos nos abordara una embriagadora sensación de seguridad. Aún no habían salido y ya estaban de vuelta con los repuestos. ¡Que bueno es tener como amigo a Mohamed el Gordito, hace posible lo imposible!
Por otro lado, Alfredo y Lorena me apoyaban técnica y moralmente en la reparación, difícil labor si contamos que el calor y la sensación de soledad era nuestra compañía. Espero que ahora entiendan por qué le hablo al Toyota cuando las cosas se complican.
Solucionado el problema, decidimos seguir. La gran sorpresa la dio Manolo.
¡Pues ahora que ya tienes solucionado lo tuyo, dale un vistazo a lo mío! (Dijo Manolín)
¡¿Cómo?! (Dije yo)
¡Pues eso, que no puedo quitar las reductoras y así para volver a casa deberíamos ir saliendo ya!
Decidimos buscar un lugar para poder pasar la noche y reparar tranquilamente. Hay un albergue a las afueras de M´Hamid regentado por un catalán donde se está francamente bien a un precio moderado. Decir que apetecía mucho una ducha y poder refugiarse del fuerte aire con arena que se había levantado.
Afortunadamente y desmontando la tapa de la palanca de reductoras conseguimos que aquello no truncase nuestra misión. Y mira que tenía mala pinta.
Empezar una historia por la mitad creo que es una técnica literaria que se llama…. se llama……….. no sé cómo se llama, pero para mí tiene un significado. Ver mi coche roto en una situación complicada y tan lejos de casa es una sensación que marca, así que he decidido compartirlo con vosotros lo primero.
Ahora ya en casa me invade una sensación ya conocida. ¿Cuándo volvemos?
Pues eso es lo que me han transmitido mis compañeros de aventura, y eso que el principio fue harto complicado para Alfredo que estaba dispuesto a volver a casa tras el primer contacto con la arena. (No te preocupes, no es normal encontrar una arena tan blanda).
Manolo, que ya había pasado por ello decía que algo le pasaba a su coche, que no iba. Hasta los lugareños comentaban lo difícil de circular por allí.
El traslado en barco desde Almería fue en camarote y con un mar tranquilo. Que suerte ¡eh Lorena! Con el pánico que te da el mar.
Recuerdo una anécdota de Almería. Cenamos en el chiringuito que hay frente al puerto donde suelo ir por proximidad, calidad y precio. Pues eso, la anécdota es que cuando llegamos casi no había clientes, pero con eso de las procesiones no tardó en llenarse de gente ataviada con sus mejores galas. Una familia llegó hasta donde teníamos la mesa, supongo al ver que ya estábamos con el postre. La mujer mayor, abuela de los nietos de la familia, miraba con recelo la buena ubicación de nuestra mesa y le dijo al camarero que esa mesa era para ellos, lo que no contaba la santa señora es que nosotros tomamos café y copa al estilo Valencia (sin prisas). Un rato más tarde y tras varias miradas intimidatorias por parte de la anciana, decidimos ir a embarcar dejando paso a la familia.
La anciana nos dedicó una gran sonrisa de agradecimiento por el gesto de dejarles la mejor mesa de Almería para que su familia disfrutase de la procesión. Parecían buena gente.
Manolo tuvo su “rifi rafe” en el puerto con uno que se le quería colar, y es que cuando es hora de embarcar no hay piedad. ¡Ni que el barco se fuera a ir! Por supuesto, el duro fue para Manolín que tenía el coche más grande, ande o no ande.
En el embarque coincidimos con unos buenos amigos y también compañeros cuatreros, la peña de Paco Andreu como los llamo yo. Compartimos aventuras y risas con ellos durante un rato antes de irnos a dormir.
El primer día, un puro trámite de kilómetros, Alfredo quiso dejarse notar. En un oued que cruzaba parcialmente el camino se despistó he hizo volar el Toyota, con la mala suerte que dobló una llanta y rozaba con la pinza. Intentamos enderezarla y lo conseguimos, pero se fisuró, aunque no perdía aire. Fue un día largo al intentar hacer pista para llegar al destino. Culpa mía por intentar hacer una rambla que con Israel conocí durante la África Race, un gran cañón muy peculiar que tuvimos que hacer ya de noche durante la carrera y que me prometí volver para disfrutar de día. ¡Qué raro es el destino, otra vez de noche!
Durante la travesía por ese cañón con agua, hubo un momento de confusión en el rumbo y acabamos en la puerta de unas casas. Los moradores de aquellas viviendas salieron asombrados portando unas velas en las manos al oír el rugido de los motores intentando salir de aquel laberinto. Entre miedo y risas, aquella buena gente se acercó a la ventana de Lorena para, no sé bien, intentar decirnos como salir de allí. Lo que pasó por la cabeza de Lorena al estar en una inmensa oscuridad, rodeada de sombras alumbradas por pequeñas velas y golpeando la ventanilla sólo ella nos lo podrá contar. La cuestión es que en un abrir y cerrar de ojos, el Toyota de Alfredo desapareció de allí por donde habíamos llegado como alma que persigue el diablo.
La mañana amaneció con el cantar de los pájaros y nos pusimos nuevamente en funcionamiento. Dejamos el albergue que afortunadamente encontramos la noche anterior y nos dirigimos a las dunas. Un primer contacto prometedor y rumbo a lo cañero, Merzouga, un mar de dunas que impone por su belleza y tamaño, plató de rodaje de infinidad de películas en las que el argumento gira alrededor del desierto.
El día transcurrió de atasco en atasco sin poder avanzar. Salimos por el río de arena con rumbo a nuestro lugar de acampada.
La noche era apacible y se respiraba un apetitoso olor en el ambiente, proveniente de la carne que en la sartén rujía mientras tomaba color. Carlos, como buen copiloto e intendente repartía vino y picoteo para hacer apetito. Fue una velada agradable bajo aquel manto de estrellas, el silencio del desierto y los orujos de hierbas y miel.
El día siguiente se nos dio mejor por la arena, con la lógica precaución de Alfredo y Lorena por lo novedoso de todo aquello para ellos, pero manteniendo el tipo y la cabeza alta.
Comencé a subir y subir entre dunas siguiendo el rumbo hasta que llegó un punto en que la cosa pintaba mal. Llegamos a un lugar en que todo alrededor eran fuertes subidas así que decidí pisar a fondo hacia una cresta y saltar al otro lado. Llegando a la cima, Carlos, que iba con cien ojos exclamó ¡Huy! La cresta era totalmente cortada, lo que indicaba una fuerte pendiente de descenso. Coronamos dejando el vehículo ya preparado para bajar y salimos para, primero disfrutar del gran paisaje, y luego dar indicaciones a los demás.
Varios intentos de subir sin resultado cabrearon a Manolo, así que decidió pisar a fondo y apostarlo todo a una carta. Los que no habéis visto el vídeo, os aconsejo que le deis un vistazo. Una imagen vale más que mil palabras.
Alfredo, tras varios intentos optó por pedir una segunda opción, así que cambiamos el rumbo para intentar avanzar un poco más rápido.
A mitad de la mañana alcanzamos Ciudad Perdida con la satisfacción de haber logrado nuestro principal objetivo. Se trata de un lugar que a priori no te dice nada, de hecho está completamente en ruinas, pero al adentrarte en su interior es cuando te invade cierta sensación que no sabría describir, pero que fue captada por todos los allí presentes.
Fotos, vídeo y más fotos para el recuerdo y de nuevo puesta en marcha.
Pasamos por el Oasis de Marech donde tengo unos buenos amigo y punto de paso obligado. Es un lugar ubicado en el paso de unas montañas que comunica dos valles donde habitualmente se apelotonan cientos de camellos. Lo de paso obligado lo digo por la sombra, pan del día, refrescos y más comodidades que te ofrecen por a un módico precio contando que no hay nada cerca. Es un buen lugar para pasar la noche y más ahora que tienen habitaciones.
Tras la comida navegamos fuera de pistas siguiendo rumbos un buen rato. La zona me gustó mucho, con subidas de arena que exprimían los motores, formaciones rocosas desbordadas por las dunas y mucha, mucha soledad (bueno, menos un zorro al que hicimos perder el poco peso que tenía corriendo junto al coche).
Repostamos en Tagounite ya de noche, y nos dirigimos a la zona prevista para la acampada. Digo prevista no porque existan carteles que diga "ZONA DE CAMPING", es que éste año la ruta está marcada con el Google Earth buscando las zonas donde acampar más interesantes.
Pues eso, de la gasolinera al campamento no distaban más de ocho kilómetros, pero de noche y en arena no tardamos en quedar atascados. Por suerte era donde estaba previsto.
Ducha, cena, orujos, resopón y a dormir.
Carlitos, que es una mezcla entre De La Cuadra Salcedo, Fran de la Jungla y Donatello de las Tortugas Ninjas, no planta tienda de campaña, se cuelga una especie de tumbona, se cuela dentro y a dormir. Eso sí, tras varios días no se podía ni mover.
Gracias Carlos, tu equipaje es muy ligero si no fuera por los 35 Kg de barritas energéticas.
Amaneció el día de las averías que ya no os voy a volver a relatar, tan sólo añadir el alto grado de compañerismo vivido ante las adversidades que hizo solucionar dos graves problemas mecánicos. A las 10 de la mañana comienza la odisea y a las seis de la tarde ya estamos tomando cerveza en el camping con el equipo dispuesto a seguir.
La mañana amaneció con viento y temperatura agradable, convirtiéndose después en tormenta de arena. Ese día fue complicado seguir el rumbo previsto, se adentraba dentro de fuertes dunas, lo que sumado a la visibilidad hizo que variásemos la ruta hacia el norte buscando Foun Zguig. Manolo disponía de menos combustible que nosotros por los 200 Km extras de ir a por los repuestos, así que decidimos acortar algo por carretera, repostar y comer en un chiringuito de los de la plaza del pueblo.
Las pistas que llevan a esta ciudad son de mucha piedra y muy incómodas de circular. Pasan por varios controles militares fronterizos con Argelia, los cuales conozco bien, pero me despisté. Ir dirección al Este a última hora de la tarde todos sabemos lo que significa. Pues eso, harto de traqueteo enfilamos una pista recta que se vislumbraba ocasionalmente cuando el sol te dejaba y decidir acelerar. Los baches a 30 Km/h son intratables, circular a 10 Km/h durante horas inhumano, así que la opción es circular a 90-100 Km/h de forma que la suspensión flota sobre la pista y el traqueteo no se nota. Me pareció ver una sombra agitando los brazos fuertemente y con cara de susto así que frene bruscamente. Era uno de los militares del último puesto de control que trataba de hacerme parar. Nos quedamos justos delante de la cuerda que utilizan para cortar el camino.
Nada, nos reímos un rato con sus chancletas y bermudas, les facilitamos las fichas con los datos de todos y a proseguir.
Puedo decir con seguridad que Lorena disfrutó mucho de la brochetas y el té en el chiringuito de Foun Zguig.
La noche la pasamos en un camping muy agradable de unos hermanos franceses en la población de Inch. Ya estábamos a un paso de Playa Blanca.
Al día siguiente realizamos un buen tramo por carretera, pero al salir a pista descubrimos un precioso valle encañonado por dunas y roca por el cual se podían distinguir roderas. No tardamos en entrar dentro, y os puedo decir por boca de todos que ha sido una de las cosas más bonitas de esta aventura.
En Playa Blanca nos encontramos con una ballena varada ya en estado de descomposición pero que seguía imponiendo por su tamaño. Disfrutamos de la conducción por kilómetros de playa pasando la jornada acompañados por el mar.
La noche la pasamos en un muy cutre hostal de carretera orilla a la playa a un precio de 12€ por cabeza después de discutir. Antes de quedarnos allí, fuimos a preguntar el precio en otro lugar que tenía mejor pinta. Nos acercamos Carlos y yo para preguntar, y que pena lo del dinero, eso era digno de ver ¡Que habitaciones con chimenea! ¡Que piscina con vistas al mar! ¡Que jardines! ¡Que e.t.c más grande! Eso sí, 200€ la noche por habitación. Vamos, que con Carlitos no lucia.
Lo que queda de viaje ya es puro turismo, que en ocasiones también se agradece. Essaouira, ciudad que me encanta, es un punto muy bueno para disfrutar de la gastronomía marroquí, del zoco, la playa y los amigos.
Elegimos un hotel muy económico un tanto alejado del centro, así que por unanimidad decidimos ir y volver andando para no pagar taxi. Visita y cena agradable, pero al volver ¡Qué truenos y relámpagos! Nos chopamos lo justo, lo fuerte llego nada más entrar en el hotel.
Recuerdo la imagen de todos a paso acelerado, casi disimulando el correr, sin apenas luz por la calle, y a Carlos siempre un paso por delante ya que le preocupaba mas manchar el calzoncillo que la lluvia.
El día siguiente fue una paliza de coche hasta el puerto, y luego una odisea el sacar los billetes del barco en Nador. Era el primer barco después de tres días y estaba a rebosar. Tuvimos que dormir en butacas.
Esto es un resumen muy a groso modo de lo que ha sido Ciudad Perdida 2013. Estoy seguro de que, los que lo vivimos recordamos más anécdotas que se quedan en el tintero, pero si resumiendo ha salido esto, imagínate si contamos las batallitas. Estoy seguro de que si abro un archivo con 2556 palabras, del susto lo cierro automáticamente.
En fin, la web es de todos así que si alguien quiere subir su relato de la historia, estaré encantado de vivir la experiencia desde otro punto de vista.
Gracias a todos por estar ahí.